¿Qué hacemos con estos fascistas?
Juan Bravo
Que el siglo veinte es un despliegue
de maldad insolente, ya no hay quien lo niegue
vivimos revolcaos en un merengue
y en el mismo lodo, todos manoseaos
Enrique Santos Discépolo
Desde un par de décadas a esta parte, está de moda ser aún más malo que en épocas pasadas si es que esto es posible. Pero malo de verdad. Una maldad que busca hacer daño, mucho daño.
El capitalismo, el neoliberalismo galopante sigue su desesperado camino hacia la nada más absoluta contribuyendo cada vez más a su propia extinción, la extinción de todos.
Cuando éramos capaces de pensar en un mundo distinto, solidario, resulta que es lo contrario, nos estamos hundiendo en la más absoluta de la propia indignidad humana. Ser malo es sinónimo de triunfo, de ser capaces de pasar por encima de los demás en beneficio propio: la negación total y absoluta de la humanidad que se le supone a estos seres inteligentes que han sido capaces de conseguir verdaderas proezas en beneficio de todos.
Pero ya no. No hay disimulo de ninguna clase.
Se acabó. Y se está acabando demasiado rápido. Los cambios en la historia han sido progresivos, han tardado años, incluso siglos. Pero ahora, en cuestión de días, semanas, pocos meses, el advenimiento, de nuevo, de fuerzas destructoras, autodestructivas de todo lo que se encuentra a su alrededor, se ha puesto de moda.
Seres cargados de mierda, de sinrazón, de despropósitos, de poder absoluto, de gente a la que se le llena la boca de democracia, que habla en nombre de la democracia, son capaces de destruirla en nombre de un poder que no tiene razones más que el daño, el hambre de toda la humanidad para conseguir ser cada vez más ricos: el poder del dinero. Y el poder de dominar la vida de ese noventa y nueve por ciento de la humanidad a la que odian, desprecian: son pobres porque se lo merecen.
Se está imponiendo una ideología, no-ideología insoportable que nos incita a pensar en los demás como el enemigo a batir, el lenguaje belicista, una ideología basada en la mentira, la estulticia insertada en los chips de todos nuestros cerebros.
Nos gobiernan insensatos que ellos, ellas, en sí mismos, en sí mismas, tienen, a su vez, insertado el chip de la llamada post verdad, mentira tras mentira, estupidez tras estupidez que no terminamos de creernos por nuestra propia sinrazón de la que no somos capaces de esquivar. Nos mienten y nos creemos lo que nos dicen porque es lo más fácil, sin preocupaciones. Y no está mal que nos mientan: lo seguirán haciendo mientras tengan el poder de mierda que tienen. Lo malo es que nos creemos esa mierda que sabemos que nos daña, nos acorta la vida. Nos destroza por dentro y por fuera.
No solo es el capitalismo, ni el neoliberalismo. Son individuos que conocemos, tienen nombres y apellidos que defienden destrozar a la gente con políticas destructivas. Son humanos no-humanos, deshumanizados tan llenos de mierda, de su propia mierda, que hacen todo lo posible por quitársela de encima y pasárselo a todos los demás. Viven en una burbuja de mierda, de un hedor irrespirable que pagan con su malicia a seres igual de despreciables, lacayos capaces de vender a su madre para conseguir el favor de poder lamerles el culo a los otros seres no-seres. Son racistas, homófobos, terraplanistas, fascistas, misóginos, nazis, xenófobos, machistas, asesinos legales, idiotas…
Son capaces de montar golpes de estado en nombre de la democracia, cuando la democracia ya no les favorece. Masacran, montan guerras para vender armas, con las que matar sin solución de continuidad. Arman a los que luego van a ir contra ciudadanos de sus propios países, pero siempre en nombre de la democracia y la libertad, ¡carajo! Esa democracia en la que no creen y esa libertad que no es la utópica Libertad con mayúsculas.
¿Qué podemos hacer con todos estos kilos de mierda que nos (des)gobiernan, que nos idiotizan? Somos mayoría, tenemos el poder de nuestros cuerpos, de nuestra inteligencia de nuestra razón y, sin embargo, aquí estamos, rendidos, deshumanizados como ellos, como ellas, queriendo emularlos porque ellos son mejores, dicen, y se lo han ganado con su esfuerzo, con su trabajo y con su riesgo, nos vuelven a decir, a convencer, para darnos unos maravillosos puestos de trabajo para que nos portemos bien y, además, se lo agradezcamos.
¿Qué hacemos con estos fascistas?
Necesitamos su consentimiento para cargar las traducciones
Utilizamos un servicio de terceros para traducir el contenido del sitio web que puede recopilar datos sobre su actividad. Por favor revise los detalles en la política de privacidad y acepte el servicio para ver las traducciones.