Sobre el fraude en el uso de las horas sindicales

Manolo Cabrera

La legislación laboral actual otorga a las personas representantes de los Comités de Empresa o Delegadas/os de Personal, un determinado crédito horario, comúnmente conocido como “horas sindicales”, que varía en función del número de trabajadores en plantilla. Pero no voy a profundizar en las características técnicas de tal derecho. Ésta es una norma conocida de obligado cumplimiento para las empresas, que aparece claramente definido   en el artículo 68 del Estatuto de trabajadoras y trabajadores. Esta reflexión surge como un análisis personal, brotado desde la experiencia y la observación diaria durante los años de ejercicio como asesor sindical en el local de La Cuesta.

Queda claro que la legislación no les concede a las empresas un derecho de control sobre el correcto uso de ese crédito horario. Tampoco las organizaciones sindicales tienen capacidad de vigilancia sobre la calidad del trabajo sindical que se lleve a cabo. Por tanto, si descartamos cualquier forma de control externo, todo queda supeditado al criterio individual de las personas representantes a la hora del uso, correcto o no, del tiempo que dedican a sus labores de representación. Pero, precisamente, en esa libertad individual, es donde comienzan los problemas. Las organizaciones sindicales, y más específicamente, la representación de las plantillas laborales en las empresas, son el único órgano social que dispone de capacidad para utilizar tiempo de la jornada laboral para el ejercicio de labores de representación. Ningún otro organismo social, ni vecinal, ni estudiantil, ni profesional, dispone de un derecho similar. ¿Qué pasaría si esa suma de fuerzas estuviese bien dirigida?; ¿Cuál sería el resultado del inmenso caudal de mejoras sociales que se conquistarían si toda esa energía, en forma de horas sindicales, se pusiese al servicio de la clase trabajadora?

Frecuentemente se olvida que los derechos laborales son consecuencia de la movilización social, de las masivas protestas de conquista y resistencia que tuvieron su arranque en las condiciones laborales de esclavitud sufridas durante la revolución industrial iniciada a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Siempre repetimos que la clase empresarial nunca regala nada; todo debe ser conquistado. El crédito horario; el derecho a vacaciones; los derechos de información sobre la economía de la empresa; el horario; el derecho a la vigilancia y control de la seguridad en el trabajo; el derecho a la vigilancia de la salud, junto a una larga lista de derechos, son concesiones que la clase patronal ha entregado a lo largo de muchos años de conflictividad social, en los que muchas compañeras y compañeros entregaron su tiempo y energía, empleando esfuerzo y sacrificio, asumiendo, incluso, la entrega de su propia vida para que hoy vivamos mejor.

La utilización del crédito horario debería pasar el filtro de la conciencia individual. Estoy convencido de que ese es el mecanismo más efectivo. Preguntémonos si cualquier decisión tomada en la vida conlleva reflexión y análisis y responderemos que no siempre es así; que no toda decisión individual surge como consecuencia de un pensamiento y análisis previo. Si aplicamos esta verdad al campo sindical, la decisión de hacer uso del derecho a horas sindicales puede responder a dos llamadas: la mejora laboral para el beneficio de las compañeras y compañeros o un mero aprovechamiento personal centrado en el interés por resolver cuestiones individuales; “escaquearse”, como comúnmente se dice. Salvo algunas excepciones, al empresario no le molesta la corrupción y el mal uso de las horas sindicales si con ello puede sacar ventaja. Al fin y al cabo, el beneficio empresarial, en muchos casos, está lejos de criterios morales o del respeto a la legislación vigente. La labor de las personas representantes es, fundamentalmente, la de la vigilancia y el control. El crédito horario es una obligación que la empresa debe cumplir. Su mal uso no le preocupa en absoluto al empresario; precisamente, con ello, evita ser vigilado.

El nivel de nuestra conciencia es lo que nos define, y esa conciencia siempre queda retratada en nuestros actos. Son nuestras acciones, y no las palabras, las que nos retratan. Hagamos uso responsable y efectivo de las horas sindicales.  Seamos fieles a la memoria de todas las personas luchadoras que nos han precedido. No nos engañemos a nosotros mismos, no caigamos en la trampa del interés egoísta que nos hace peores personas, no traicionemos a tantas compañeras y compañeros que depositaron en nosotros su confianza al darnos el voto, no alimentemos la traición y el egoísmo, símbolos de nuestra peor versión como seres humanos. Vivamos con la satisfacción que proporciona el trabajo bien hecho. No hay orgullo más grande que ser fieles a nosotros mismos. 

Tal como dijo el escritor ruso León Tolstoi: “Vivir en contradicción con la razón propia es el estado moral más intolerable”.

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