Leer es revolucionario
Manolo Cabrera
“Hablaré poco, y seguramente no despegaría los labios si mi silencio no pudiera interpretarse como un cobarde asentimiento a la comedia que se acaba de desarrollar. Lo que aquí se ha procesado es la anarquía, y la anarquía es una doctrina hostil opuesta a la fuerza bruta, al sistema de producción criminal y a la distribución injusta de la riqueza. Ustedes y sólo ustedes son los agitadores y los conspiradores”.
El párrafo anterior recoge las últimas palabras de Michael Schwab, uno de los 5 hombres que fueron condenados a la horca en EEUU en 1886 por haberse rebelado contra la esclavitud laboral de la época, en la que se trabajaba 12, 14 y 16 horas en condiciones inhumanas. Por luchar contra esa situación fueron condenados a la horca en un juicio amañado. El lema de su lucha era 8 horas para trabajar, 8 horas para desconectar o estar con la familia y 8 horas para dormir. Ese derecho básico, que hoy vemos tan lógico, costó sangre, sudor y lágrimas y la perdida de la propia vida, como la de Michael Schwab y otros 4 compañeros.
La clase trabajadora actual debe estar formada. Si no conocemos nuestra propia historia estaremos ciegos. Sin formación; sin cultura; sin conocimiento, estaremos, siempre, condenados a la derrota. Los que están apoltronados en el poder, disfrutando de una vida de privilegios; los que nunca han sufrido carencias siempre rechazaran la formación. Es peligroso que los de abajo abran los ojos. La ignorancia es el material con el que se fabrican los esclavos. El único conocimiento formativo que admiten es el de ellos. Sólo para una élite. Nos quieren descerebrados, condenados a la oscuridad para evitar la rebeldía.
Eleuterio Sánchez El Lute, fue un preso común, analfabeto, que había cometido el delito de robar para comer. Se fugó de la cárcel en dos ocasiones, en 1966 y 1970 El franquismo se ensañó con él. Fue maltratado, aislado y humillado. Querían ponerlo como ejemplo de los que les pasa a los que se rebelan. Pero El Lute, en la cárcel, descubrió un arma poderosa: primero aprendió a leer, luego estudió derecho y salió de la cárcel convertido en abogado. No solo eso: adquirió conciencia revolucionaria y se especializó en derecho laboral para defender a la clase trabajadora. El entendió con claridad que la lucha compartida conduce a la construcción de una nueva sociedad. Y a eso dedicaría su vida.
La sociedad que todos hemos creado (unos por acción y otros por omisión) tiene su origen en un sistema que frena el desarrollo de las personas. Los poderes de este mundo nunca fortalecerán aquello que cuestione sus privilegios, por eso, aunque digan lo contrario, nunca apoyarán la educación y la cultura.
La reacción contra la injusticia funciona como las defensas del cuerpo humano, que se despliegan cuando aparece la enfermedad, aunque cuesta mucho que se haga de forma colectiva, por eso son tan lentos los cambios sociales.
Nadie regala nada. Lo vemos a diario en las empresas. La lucha colectiva es necesaria; sin ella sería imposible el desarrollo humano. Al final, la vida se reduce a unos que destruyen y otros que construimos, y en ese proceso crecemos. La lucha por un ideal nos hace mejores personas. Pero hay algo fundamental. Ante la presencia masiva de desinformación, noticias falsas y bulos, busquemos la manera de formarnos a través de la lectura. Leer es la forma más alta de rebeldía, y el principio básico del cambio, del individual y del colectivo.
Adolf Fischer:
Solamente tengo que protestar contra la pena de muerte que me imponen porque no he cometido crimen alguno… pero si he de ser ahorcado por profesar mis ideas anarquistas, por mi amor a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad, entonces no tengo inconveniente. Lo digo bien alto: dispongan de mi vida
Albert Parsons:
El principio fundamental de la anarquía es la abolición del salario y la sustitución del actual sistema industrial y autoritario por un sistema de libre cooperación universal, el único que puede resolver el conflicto que se prepara. La sociedad actual sólo vive por medio de la represión, y nosotros hemos aconsejado una revolución social de los trabajadores contra este sistema de fuerza. Si voy a ser ahorcado por mis ideas anarquistas, está bien: mátenme.
Hessois Auguste Spies:
Honorable juez, mi defensa es su propia acusación, mis pretendidos crímenes son su historia. […] Puede sentenciarme, pero al menos que se sepa que en el estado de Illinois ocho hombres fueron sentenciados por no perder la fe en el último triunfo de la libertad y la justicia
Louis Lingg:
No, no es por un crimen por lo que nos condenan a muerte, es por lo que aquí se ha dicho en todos los tonos: nos condenan a muerte por la anarquía, y puesto que se nos condena por nuestros principios, yo grito bien fuerte: ¡soy anarquista! Los desprecio, desprecio su orden, sus leyes, su fuerza, su autoridad. ¡Ahórquenme!
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